miércoles, 6 de abril de 2011

ACOJOENTREVISTAS (...)

   Ella me preguntó qué era lo que más me gustaba de vivir en América y qué era lo que menos me gustaba de vivir en América. Muy a pesar mío, contesté primero a la segunda cuestión. Le dije que lo que menos me gustaba era tener que escuchar siempre esa pregunta, de modo sistemático, en todas partes; que parecía existir una obsesión general por saber qué opinan los europeos sobre los sudamericanos y que, además, tras esa inquietud se adivinaba una inseguridad con tintes de fatalismo e inferioridad; que esa predisposición sólo la demuestran los palurdos y los movimientos nacionalistas de mi país (en realidad esto último sólo lo pensé porque de haberlo dicho no lo habría entendido y podría haber resultado incluso peor). Sus negros ojos se incendiaron. En ellos capté un fulgor de orgullo herido, precediendo a un sentimiento de ira. De inmediato le di “la de cal”. Argumenté que costaba elegir lo que más me gustaba pues eran numerosísimas las cosas buenas que alguien como yo encontraba en Sudamérica. Por decir algo, le solté que me seducía especialmente la calidad de vida que tenía yo aquí; que la gente en mi país no se hace una idea de lo bien –aplicado a un individuo de mis características, claro está- que se puede vivir en el nuevo mundo. Aunque hice especial hincapié en la singularidad de mi persona ya que mi posición, si bien está al alcance de cualquiera, no es sencilla de lograr. También hice alguna alusión al mal formulado tópico que postula que el nuevo continente es una “tierra de oportunidades” cuando en realidad debiera decir “tierra de oportunistas”.Tuvimos un pequeño debate político cuyo objetivo, me pareció, extralimitaba la dimensión del clásico prolegómeno, pareciendo más bien establecer la base sobre la cual se fundamentaba la entrevista hasta el punto de casi adquirir la certeza de que ésta, realmente, consistía en conversar de política; situación en la que, bien pensado, me sentía cómodo. Después de la charla me pidió que expusiera mis pretensiones. Le dije que no sabía qué decirle pues no disponía de ninguna información sobre el cargo que necesitaba suplir pero que, en todo caso, mi sueldo líquido no era menor de tanto…Tras escucharme confesó que no podía pagarme lo que yo decía valer. Al parecer, no estaba en condiciones de superar cierto tope salarial, lo cual me dejaba fuera de la partida. De todos modos me explicó en qué consistía el trabajo y a continuación me indicó que quizás podría tener otra oferta interesante para mí. Lo dijo con un tono que me sonó muy sugerente. Sin darme tiempo a fantasear, fue al grano y contó que había escuchado que en otro departamento de su empresa estaban buscando a alguien cuyo perfil podría coincidir el mío. Será un perfil aristocrático, recuerdo que pensé. La tipa me reveló que, ese otro departamento, andaba buscando un constructor para trabajar en una mina. Una mina de tungsteno -para ser más exacto- que se hallaba en la frontera entre Chile, Bolivia y Perú, a no se cuántos miles de metros de altura pero que, en fin, no me preocupara por eso, que eso sólo eran detalles sin importancia. En seguida intercedí recordándole que yo carecía de experiencia en este campo, que no era precisamente lo que andaba buscando y que, en realidad, no tenía ni idea de minería. Ella respondió que eso no era relevante e insistió en el tema, haciéndome una breve exposición de cómo era la vida en ese tipo de trabajos. Según ella, los trabajadores vivían en unos barracones habilitados a la entrada de la mina. Describió un escenario árido y desolador. Unas condiciones muy duras que difícilmente soportaría un individuo corriente, como yo. Eso si, tenía la ventaja de que uno disponía de una semana de vacaciones, por cada mes trabajado, de modo que cada tres semanas te devolvían a tu ciudad de residencia con todos los gastos pagados, por descontado. Otra de las ventajas que citó, fue que los sueldos eran muy elevados. Tan elevados que mencionó una cifra, un poco al tuntún, que se quedó grabada en esta cabecita que me ha dado dios. Y entonces mi percepción del asunto empezó a cambiar…  

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